Abuso sexual infantil

El abuso sexual infantil (también, abuso sexual de personas menores de edad) es la conducta en la que un niño es utilizado como objeto sexual, existiendo o no una relación con la persona, y siendo esta simétrica o asimétrica. Es decir, que exista vulneración ya sea por un par o por una persona donde haya desigualdad, en lo que respecta a la edad, a la madurez y al poder.[1]

También definido como forma de maltrato infantil que consiste en la realización de conductas sexuales con una persona menor de edad sirviéndose de una relación de desigualdad (edad, fuerza física, capacidad de amenaza, etc.). Es cualquier clase de placer sexual con un niño, niña o adolescente (NNA) obtenido por parte de una persona (adulta o no) desde una posición de poder o autoridad. No es necesario que exista contacto físico (en forma de penetración o tocamientos) para considerar que existe abuso sexual, solamente es necesario que se utilice al NNA como objeto de estimulación sexual. Este concepto incluye el incesto, la violación, la vejación sexual (tocamiento/manoseo con o sin ropa, alentar y/o forzar –o permitir– a un NNA para tocar de manera inapropiada al abusador) y el abuso sexual sin contacto físico: seducción verbal, solicitud indecente, exposición de órganos sexuales para obtener placer sexual, realización del acto sexual o masturbación en presencia de una persona menor de edad. Se comete abuso sexual en los contactos e interacciones entre una persona adulta y un NNA cuando la persona adulta (agresora) utiliza al NNA para estimularse sexualmente o estimular al NNA o a otra persona. También existe abuso sexual cuando una persona menor de 18 años, siendo significativamente mayor que la víctima y estando en una posición de poder o control sobre otro, realiza con ella cualquier tipo de práctica sexual. En el marco del análisis e intervención social, el abuso sexual se entiende como un problema de carácter transversal: está presente en todas las culturas y sociedades. Se trata de una manifestación determinada por factores individuales, familiares y sociales. En todo caso representa una interferencia en el desarrollo evolutivo del niño o niña y puede dejar secuelas definitivas.[2]

«T'en verras de plus dures que ça, ma fille» (‘Te verás en situaciones peores que esta, hija mía’) (1905), dibujo hecho por Martin Van Maële, en el que se representa a un hombre abusando sexualmente de una niña con la ayuda de una sirvienta.
Se trata de un problema universal que está presente, de una u otra manera, en todas las culturas y sociedades y que constituye un complejo fenómeno resultante de una combinación de factores individuales, familiares y sociales. [...] Supone una interferencia en el desarrollo evolutivo del niño y puede dejar unas secuelas que no siempre remiten con el paso del tiempo.[3]

En la mayoría de los casos el abuso sexual es una experiencia traumática. El niño lo vive como un atentado contra su integridad física y psicológica. Puede afectar a su desarrollo psicoemocional, así como su respuesta sexual en la vida adulta, por lo que se considera un tipo de maltrato infantil. Las respuestas psicoemocionales y secuelas en niños pueden ser similares a las que se observan en casos de maltrato físico, abandono emocional, etc.[4]​ La mayoría de las víctimas requieren apoyo psicológico para evitar sufrir secuelas del abuso en su vida adulta.

La legislación internacional y la de la mayoría de los países modernos considera que es un delito, aunque los conceptos psicológico y jurídico del abuso no siempre coinciden, y no existe consenso sobre los procesamientos jurídicos de los agresores.

Los estudios sobre el tema muestran que la mayoría de los agresores son varones (entre un 80 y un 95 % de los casos) heterosexuales que utilizan como estrategia la confianza, los lazos familiares, el chantaje y la manipulación para consumar el abuso. La media de edad de las víctimas está entre los 8 y los 14 años. En estas edades se produce un tercio de todas las agresiones sexuales. El número de niñas que sufren abusos es entre 1,5 y 3 veces mayor que el de niños. Según un cálculo de las llamadas «cifras ocultas»,[5]​ entre el 5 y el 15 % de los varones han sido objeto en su infancia de abusos sexuales. El género es un factor determinante para la detección del abuso sexual.

Entre el 65 y el 85 % de los agresores pertenecen al círculo social o familiar de la víctima.[6]​ Los agresores desconocidos constituyen la cuarta parte de los casos y, normalmente, ejercen actos de exhibicionismo y son dirigidos a niños y niñas con la misma frecuencia. Entre el 20 y el 30 % de los agresores son menores.

Los testimonios de las personas que han sido objeto de abusos sexuales suelen ser ciertos. El síndrome de la «memoria falsa» o falsos recuerdos es poco frecuente en adultos supervivientes de abuso sexual debido a que se trata de sucesos que dejan una impronta muy relevante en la memoria.

La APA (American Psychological Association ‘Asociación Psicológica Americana’) cuestiona la existencia del síndrome de memoria implantada (no reconocido por el DSM-IV). En su informe oficial sobre el tema[7]​ declara que no se debe considerar que los recuerdos de abuso sexual infantil de los adultos sean falsas memorias implantadas (aun cuando no haya pruebas que permitan interpretarlos literalmente como verdades históricas), ya que existen pruebas de que los abusos sexuales padecidos durante la infancia pueden ser tan traumáticos que algunas veces se olvidan y reaparecen en la adultez.

En algunos casos se observa disociación y amnesia selectiva: la víctima elimina recuerdos dolorosos o traumatizantes ocurridos durante el período en el que ocurrió el abuso.

Solo el 7 % de las denuncias presentadas por niños resultan ser falsas, aunque este porcentaje aumenta considerablemente cuando el niño o niña está viviendo un proceso de divorcio conflictivo entre sus padres.[8]

  1. Lameiras Fernández, 2002, pp. 68-69
  2. Solís de Ovando, René (2021). «Diccionario». Nuevo diccionario para el análisis e intervención social con infancia y adolescencia. Madrid: Dykinson. pp. 29 - 30. ISBN 978-84-1377-601-9. 
  3. Echeburúa y Guerricaechevarría, 2005, p. 1
  4. Echeburúa y Guerricaechevarría, 2005, p. 3
  5. La diferencia entre los delitos que están registrados oficialmente (las conocidas como «cifras manifiestas») y los totales extrapolados del cálculo de número de víctimas de abusos sexuales en una muestra aleatoria.
  6. Echeburúa y Guerricaechevarría, 2005, p. 12
  7. «Report of the American Psychological Association» (en inglés). Archivado desde el original el 3 de marzo de 2005. Consultado el 12 de agosto de 2011. «Some professionals assert that delayed memories of abuse are essentially inaccurate and constitute false memories. […] Some also charge that delayed memories recovered while an adult is in therapy may have been suggested or implanted by the therapist. […] Delayed recall should not automatically be assumed to be a false or implanted memory. […] it is possible for memories of abuse that have been forgotten for a long time to be remembered». 
  8. Echeburúa y Guerricaechevarría, 2005, p. 27-28

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